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La pintura y su análisis

La pintura, utilizando un dicho popular, se debe analizar sólo a “toro pasado”. Se puede hablar, escribir o discutir cómo en una época determinada se pintó esto o aquello y de una u otra forma, con la finalidad de encajar la evolución de la pintura desde 'Atapuerca' hasta donde sea capaz de llegar la humanidad. Pero en el momento en que el artista está realizando su obra no se debe intentar ponerle ya la etiqueta, entre otras muchas razones porque es una forma de coartar, aunque sea en grado mínimo, el proceso de creatividad; y otra gran razón es porque el que etiqueta la obra, ni la ha realizado, ni estuvo en el pellejo del que la creó en ese momento.

Algunos se preguntarán si entonces, ante una obra de arte, hay que “ver, oír y callar”; y les contestaría que no está eso más lejos de mis pensamientos, ¡Pues claro que hay que ver la Obra! Pues, ¡claro que hay que oír a todo el que quiera hablar sobre ella!, por supuesto, dar su propia opinión; pero siempre que haya surgido del diálogo personal con la obra y nunca desde otro prisma. Hoy, por desgracia, en la sociedad en que vivimos casi todo se mueve desde un punto de vista comercial; y sólo, o al menos lo que más interesa, es lo que más se vende. El mercantilismo se ha “casi” adueñado también del mundo del arte; cada vez es más reducido el círculo del arte por el arte; y, muchos artistas buenos están asentados en esa maquinaria que los lleva y hasta le pone precio a su obra. A mí se me pone la carne de gallina cuando oigo a algún galerista, hablando de un artista consagrado, decir que prepara una “serie” de cien cuadros de gran formato; y hay que preguntar, y sin ningún reparo, si la creación estará en el número de cuadros, en el formato, en la demanda, o en la genialidad del galerista.

Jorge Rando, Madrid, marzo 2003